Escribí esta presentación para “Piedra de Luz” del querido Hugo Echagüe por Caleta Olivia. Fue el sábado 16 en Del Otro Lado Libros. Tuve que faltar a la prese a último momento y lo leyó Ale Bosch en mi lugar.
Les
estudiantes de letras y escritorxs vemos todo en términos de lenguaje. Nos fuimos
acercando a ese modo de ver como les niñes se acercan las cosas a la boca para
conocerlas. Hay algo primario en arrojarse a las palabras. La boca que tenemos
ES la palabra. Por ese agujero, por esa lengua, con esa saliva empezamos a
balbucear, a inventar, a repetir, a copiar, a improvisar, a cantar, a silabear,
a leer y a escribir.
Un día de
noviembre del año pasado recibo un llamado extraño y concreto: Hola Analía,
soy Hugo Echagüe. Me gustaría que presentaras mi libro de poemas. Nos
quedamos conversando un rato por teléfono. Hace más de 20 años que no cruzamos
existencias. En las clases de la antigua Fa.Fo.Doc. no recuerdo a Hugo tan
directo como en este llamado. Después vino a mi casa y charlamos bastante y
antes de irse me dice “Eras nomás como te recordaba”. Yo me quedé pensando
mucho en ese momento borgeano y duplicado y en qué de uno se sostiene mientras
pasa el tiempo.
Si alguna
vez estuve cerca de un filósofo ha sido de Hugo durante sus clases de Teoría
Literaria o Germánicas. Era imposible sustraerse a esa voz diciente sin edad ni
gesto ni género, como todos los oráculos, a punto de reír o de sibilar,
alternando el habla de corrido con el tartamudeo, muchas veces volviendo
oscuras las voces de dicientes anteriores como Holderlin, Kafka, Barthes,
Derridá, o traduciéndolas y haciéndolas transparentes para nosotres.
La actitud
hacia el lenguaje de otres y hacia el lenguaje de sí, en aquel Hugo y en éste,
el poeta, creo leerla igual: la expectación sobre el mundo y su traducción
oracular con un tono y un ritmo de insistencia, de repetición y señalamiento,
sobre los nombres y las preguntas. Esa interrogación es la que aparece en su
segundo libro de poemas, “Piedra de Luz”.
Comienzan
los poemas y todo parece no estar en ningún lugar. Aparecen las palabras dónde,
cuándo, cómo, el uso del condicional, las preguntas directas o indirectas,
el uso de una simbología arcana ancestral y de tradición que se sabe poética: Una
bacante baila sola,/ lejos, junto a un río/ nocturno, olvidado, dice uno de
los poemas sobre el río.
En los
poemas de “Piedra de luz” no hay lugar estable para habitar o decir. Pienso en
cómo Alicia decide seguir al conejo blanco, entrar al agujero y caer por el
pozo, tomando objetos aquí y allá en esa caída, revisando sus nombres,
comprobando si están llenos o vacíos. En el gusto que le hubiera dado probar
esa mermelada de naranja. Pero debe imaginársela: la ve y trata de sostenerla
entre sus manos pero la pierde en su caída.
Hay un
arrojo sobre la escritura que tenemos les escritores: sabemos que existe la
palabra sobre un anaquel inestable. La encontramos. Y entonces hay que tomarla,
amarla y después volver a dejarla sobre el estante. Y seguir. Con esa
precariedad de las palabras trabaja Hugo. Nada alcanza y todo falta siempre en
los poemas de “Piedra de Luz”.
La poesía
de Hugo es fantasmal. Su primer libro de poemas se llama “Poemas Fantasmas”. No
se sabe bien qué se ve, como en el entresueño bizco del buda. A mí me gustó
mucho encontrar en el poema“Nocturnal” la invocación al tú como salvación
posible al gris niebla. La segunda persona, les lectores, crean lazo y amarre y
por eso hay casa o puede haberla: Nada más hay. Y bien, acá estamos. ¿Vas a
venir o una noche más te quedás en la casa sin paredes? (Nocturnal).
También me
gustó mucho encontrar correlatos breves y edénicos que iluminan. Son mis poemas
preferidos, en los que se nombra el jardín, el árbol, la flor, los techos de
una casa, la luna, la luz, la sombra, la piedra: Las hojas del laurel,/
altas, se inclinan y/ muestran la mitad/ del espacio. Un/ soplo de felicidad/
señal en tres/ direcciones (En el jardín).
Hugo es un
sensei ciego. Se le cuelan las visiones y los reflejos del mundo, como un
caleidoscopio. Sus poemas son murmullos, soliloquios también, dichos frente a
un fuego. Alicia cegada por el humo de la oruga que fuma en el narguile y la
oruga ve el futuro y lo anuncia y no lo anuncia porque las palabras también son
el humo.
A la mitad
de la lectura del libro le mando a Hugo un wasap que dice: “Hugo, se me ha
hecho tan difícil atravesar todo el poemario como si fuera un sueño que uno no
recuerda. Es un desafío para mí, que tiendo a anclar el verso en la objetividad
narrativa. Pero tiene un ritmo hermoso. Todo el libro. Está dicho como en un
susurro, o a tientas. Recordé varias cosas todas relacionadas con la mezcla se
realidad y sueño: el silencio en las noches de la inundación del 2003, mi
embarazo, la biblia, la caída de Alicia en el pozo…”
La poesía
de Hugo enroca con la tradición existencial y se manifiesta en un verso que pregunta
sobre los opuestos, los símbolos y lo conceptual. Cuesta leerla para quienes
andamos eligiendo hablas orilleras. Algo de la Poesía Vertical de Juarroz
aparece en la poesía de Piedra: limpiar el lenguaje, establecer la duda,
preguntarse. Pasan las cosas mientras caemos como Alicia. ¿Las agarramos? ¿Las
volvemos a poner en su lugar? ¿Sabemos qué son? ¿Las reconocemos? ¿Las podemos
nombrar?
No hay
muchas cosas que nombrar. Sí hay muchas cosas por las cuales preguntarse. Sí
hay muchas cosas sobre las que dudar. Entrevemos, vemos, balbuceamos, nombramos
pero no conocemos el sabor de la mermelada de naranjas que está en el frasco
sobre el estante si no lo nombramos, y si no lo dejamos otra vez en el estante,
en equilibrio bailador, como todas las cosas, para seguir.
Les invito
a que escuchemos a Hugo y nos aplaudamos por estar acá, reunidos en esta
librería que es casa y fiesta de lecturas y que también nos invita a cruzar a
Otro Lado.